Publicado el 14 abril, 2010 por bitacoradegalileo
Una extraordinaria conjunción planetaria tiene lugar sobre Stonehenge: Júpiter brilla arriba a la izquierda, mientras Saturno, Marte y Venus forman un triángulo casi equilátero; entre la luz crepuscular de poniente, se adivina, a la derecha y abajo del trío anterior, el tenue brillo de Mercurio.
Es clásica la estampa del astrónomo, profesional o aficionado, pegado al ocular de su telescopio cuando alguien habla de observación astronómica. Es también generalizada la opinión de que se necesitan instrumentos ópticos que nos ayuden para poder admirar los cielos. Sin embargo, no siempre esto es así, puesto que el estudio del Universo exterior existe desde que el mundo es mundo, y hay testimonio de ello tanto en los escritos más antiguos como en abundantes restos arqueológicos; y las personas que tenían esa ocupación no disponían de telescopios ni de instrumentos que se le parecieran. A la derecha, manuscrito de Aristarco de Samos sobre la proporción entre el diámetro solar y el lunar durante un eclipse de Luna. Stonehenge, en Gran Bretaña, es un claro ejemplo, pues su finalidad, según la opinión más generalizada, no era otra que la de un observatorio astronómico en la Edad del Bronce. También, las citas a los cúmulos galácticos de Las Pléyades o el Pesebre son frecuentes en la literatura más antigua. Las noticias de hombres que dedicaron su estudio a la comprensión y conocimiento de los cielos se pierden en la noche de los tiempos.
Venus y Mercurio sobre Paris, con Notre Dame, a principios de esta misma semana. El Objeto luminoso debajo de Venus es la Torre Eiffel. Mercurio se irá ubicando debajo de Venus, aunque perderá bastante luminosidad, y el viernes la Luna hará su aparición en el escenario.
Efectivamente, con frecuencia es posible la contemplación y el disfrute de verdaderos espectáculos astronómicos a ojo desnudo, sólo con dirigir nuestra mirada hacia el lugar donde están teniendo lugar, como ocurre en la fotografía de portada. Una ocasión irrenunciable la tendremos este próximo viernes, día 16 (escribimos durante el mes de abril del año 2010), con el concurso simultáneo de al menos cinco astros repartidos en dos lugares diferentes del cielo: La Luna, Venus y Mercurio se aproximarán entre sí en el crepúsculo vespertino, por el oeste y, poco después, podremos observar cómo Marte irrumpe en el cúmulo galáctico de la Colmena (el Pesebre) en la Constelación de Cáncer. Vayamos hacia ambos acontecimientos, tratándolos por separado, como ocurrirán en realidad:
Conjunción de la Luna con Venus y Mercurio
La carta de la derecha, confeccionada con ayuda del programa Stellarium, simula la situación que se dará entre estos tres astros durante el crepúsculo del anochecer del próximo día 16 sobre el horizonte oeste de la ciudad de Cádiz (España), a 36º 32′ N. A continuación, se presenta la posición que adoptarán los mismos astros en Bahía Blanca (Argentina), a 38º 43′ S. Se observa un acercamiento inusual, aunque no extraordinario, entre los dos planetas y nuestro satélite. Un acontecimiento similar se reproduce en la siguiente imagen:
La fotografía muestra a los mismos astros sobre los radiotelescopios compactos australianos, en Nueva Gales del Sur, el día 10 de marzo de 2008. Se aprecia a Mercurio arriba, Venus en el centro y a la Luna debajo, más cerca ya del horizonte oeste, en una fase muy similar a la que encontraremos el próximo viernes.
Ese día, 16 de abril, el objeto más arriba será la Luna, y Mercurio el que esté más cerca del horizonte. Le aconsejo la siguiente manera de proceder:
La Luna presentará un aspecto similar al de la fotografía, aunque con mayor inclinación de su eje («los cuernos» hacia arriba). Con una edad inferior a dos días y medio, mostrará sólo un 5.7 % de su superficie iluminada por el Sol. Sin embargo, el reflejo de la «Tierra llena» sobre la superficie en penumbra produce un efecto similar a nuestro crepúsculo, y por eso se observa de un color ceniza, de ahí su nombre de «luz cenicienta». Su altitud sobre el horizonte será en esos momentos de +20º.
Venus, aunque presenta fases regularmente, de forma similar a como lo hace la Luna, estas fases no son visibles a ojo desnudo. Además, en esta ocasión tendrá iluminado un 92 % de su superficie. Su magnitud visual de -3.9 lo convierten en el tercer astro más brillante de todo nuestro cielo, tras el Sol y la Luna. A la hora de la que hablamos tendrá una altitud de +15º sobre el horizonte.
Mercurio sólo estará iluminado en el 16 % de su superficie, por lo que la intensidad de su brillo habrá disminuído ostensiblemente respecto a los días anteriores. Su magnitud visual en esos momentos, de +1.7, será similar a la de las estrellas del cinturón de Orión, por lo que será imposible su avistamiento sin el uso de instrumentos. Con binoculares puede observarse, y cuando más bajo en el horizonte se intente, más probabilidades hay de encontrarlo debido a la mayor oscuridad. Será el más bajo de los tres astros, con una altitud de +9º por encima del horizonte.
Los residentes en el continente americano podrán observar también, debido a la diferencia horaria, un acercamiento mucho mayor de la Luna al cúmulo galáctico de Las Pléyades, en Tauro. Dejen que la luz crepuscular vaya desapareciendo para observar mejor este fenómeno.
Pasados estos momentos, y con la satisfacción de haber contemplado algunas de las maravillas que guarda el Universo, será la hora de servirse un refrigerio: acérquese a su frigorífico, y sírvase avituallamiento suficiente mientras da tiempo a que avance la oscuridad para observar el siguiente fenómeno.
Conjunción de Marte con el Pesebre
Son las 11 de la noche en Cádiz, y la Luna se está ocultando por occidente. Pronto le seguirán Las Pléyades. En el cielo de primavera, un poco hacia el suroeste, Orión también amenaza con irse pronto a dormir. Sirio lo acompaña, pero Marte se ha convertido en un asno más, y se acerca al Pesebre con la intención de quedarse toda la noche.
El cúmulo galáctico de la Colmena, M44 o el Pesebre (Praesepe en latín) es un cúmulo abierto en la Constelación de Cáncer, conocido desde tiempos prehistóricos. Se trata, pues, de un grupo de estrellas visible a ojo desnudo si se dispone de un cielo suficientemente oscuro. El nombre de Pesebre se debe a su ubicación entre dos estrellas llamadas Asellus Borealis (el Asno del Norte) y Asellus Australis (el Asno del Sur), ambas alrededor de la cuarta magnitud.
Hoy su localización se verá facilitada por la presencia del planeta Marte en sus cercanías. Localice a Orión sobre el horizonte en primer lugar, y construya en su imaginación el conocido Triángulo de Invierno, con las estrellas Betelgeuse (Alpha Orionis), Sirio (Alpha Canis Majoris) y Procyon (Alpha Canis Minoris). Recuerde, Betelgeuse es la supergigante roja de Orión, y Sirio es la más luminosa de todo el cielo tras el Sol. Cuando haya hecho esto, alce su vista, y encontrará al planeta junto con el cúmulo. No lo confunda con dos estrellas que estarán a su derecha, bastante juntas; se trata de Cástor y Póllux, de Géminis. Localizará fácilmente al planeta, pues es visible sin dificultad sin ayuda óptica. Use los binoculares para observar mejor a M44.
Sólo queda esperar que mis explicaciones hayan resultado útiles y comprensibles, y que los cielos hayan sido despejados por los dioses. Mercurio, Venus y Marte deberían haberse encargado de ello.
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