Publicado el 28 julio, 2010 por bitacoradegalileo
Son las 22:30 hora local; no hay viento. Todavía falta casi una hora para que termine el crepúsculo y la oscuridad no es completa, pero ya sobre nuestras cabezas aparecen multitud de puntos brillantes, a pesar de la liviana bruma que aclara ligeramente el color del cielo. Aún así, la calidad de la observación será excelente, y ya adivinamos a Antares sobre el horizonte del Sureste, y Venus domina claramente el oeste muy cerca de la Luna cenicienta. Estamos de vacaciones, y es el cielo de la montaña.
Esta noche está Cari con nosotros, así es que somos tres, contándonos a Pepi y a mí mismo. Hemos montado el SW150/f:5 refractor con la ecuatorial HEQ5, y también el pequeño Meade de 70 mm, que podremos desplazar sin dificultad, aunque nuestra pretensión es observar la mayor parte del tiempo a ojo desnudo.
Durante el crepúsculo observamos a la Luna, bastante cercana a Venus. Identificamos también a Marte y Saturno, a los que logro «cazar» entre los árboles con la cámara. Observación telescópica de ambos planetas. Los anillos de Saturno, descubiertos por Galileo («he descubierto un planeta con orejas»), aparecen muy perfilados y no son visibles.
Dirigimos la mirada hacia el Triángulo de Verano. Identificamos sin mayores dificultades a Vega, Deneb y Altair, los tres vértices, y a sus respectivas constelaciones Lyra, Cygnus y Aquila. Unos cables nos «estropean» la fotografía, pero si quiero que se distinga la Vía Láctea, tengo que tolerarlos ahí. La progresiva desaparición de la luz crepuscular hace aún más patente el asterismo. Particularmente, llama nuestra atención la Cruz del Norte (Cygnus) con
extremos en Deneb (Alpha Cygni) y Albireo (Beta Cygni), la hermosa estrella doble amarilla y azul. Vega es la quinta estrella más brillante del cielo nocturno.
La Vía Láctea aparece nítida desde Sagitario, cruzando el corazón del Triángulo de Verano con claridad. Usamos el telescopio para obtener una visión detallada de nuestra galaxia en la región del Cisne.
Identificamos el asterismo de la pequeña constelación de Delphinus (el Delfín) muy cerca de Altair, el vértice más austral del Triángulo de Verano. Un poco más arriba está Sagitta (la Saeta) y, por fin, aún más allá, Vulpecula (la Zorrilla). Entre éstas dos últimas, el Cúmulo de Brocchi, conocido como La Percha.
En estos momentos, Scorpius domina el sur, pues está en su culminación. Todas las estrellas del alacrán aparecen brillantes y notorias: Acrab (Graffias), Dschubba, Shaula y todas las demás se exhiben sin reservas.
Scorpius es la más austral de las constelaciones del Zodíaco, y por eso enseguida se oculta bajo el horizonte, tras su tránsito por el sur. Antes de que se oculte detrás de un árbol, iniciando su declive, centramos el ocular en Antares (Alpha Scorpii). Luminosa y muy roja, está junto a M4, que también estudiamos detenidamente. Es un cúmulo globular brillante y notorio. Después de esto, ya no es posible observar al arácnido sin cambiar la ubicación del telescopio, y abandonamos la constelación satisfechos y agradecidos.
Es ahora el turno de Sagitario, que está culminando en el sur:
Identificamos el asterismo de «la Tetera»: El asa, la tapa, el pico y el cuerpo del objeto se ven fácilmente. Creo que ya nunca olvidaremos su aspecto. Después, usamos el telescopio para observar una zona de la Vía Láctea en esta región. También observamos M22, uno de los cúmulos globulares más cercanos (10.000 años-luz). Es rico, extenso y brillante, y tras su aspecto nebuloso se adivinan miles de estrellas apelotonadas. El brazo de Sagitario de la Vía Láctea es ostensible en estos cielos. Se aprecia con mucha facilidad arrancar en esta zona.
Casiopea está asomando sobre la cumbre de la montaña en el noreste:
Una por una, las estrellas de la constelación han ido dibujando en el cielo el asterismo de la «W», que se convertirá en «M» en el oeste. En la fotografía, hemos captado también a Polaris (la Estrella Polar, Alpha Ursae Minoris) en el extremo izquierdo de la imagen. Un paseo telescópico bordeando la cumbre, donde está la constelación, asistidos por el mando del motor de la HEQ5, nos hace disfrutar de la totalidad de la región. Creo que es la primera vez que Cari «pasea» su vista por el ocular de un telescopio.
Con ayuda del pequeño ETX-70 resolvemos en la Osa Mayor la estrella doble Mizar y su compañera más tenue, Alcor. Entre ambas, una tercera estrella de 8ª magnitud. Ursa Maior es la constelación más notable de la región del Norte.
Son más de las 2 a.m., y llevamos más de 4 horas de observación, así es que me voy a descansar, para poder regresar antes del amanecer.
Pepi y Cari se quedan un rato, y consiguen enfocar a Júpiter. Nunca antes Pepi había manipulado el telescopio en busca de un astro, pero ha conseguido meter al planeta en su ocular con relativa facilidad. Es una operación complicada para quien lo intenta por vez primera. El gigante joviano efectúa su orto por el este. Tiene muy poca altitud, pero es soberbio en su luminosidad. En el ocular, aparece grande y claro, flanqueado por los cuatro satélites galileanos (Ío, Europa, Ganímedes y Calisto), dos a cada costado, a lo largo de su plano ecuatorial.
Regresamos poco antes del crepúsculo astronómico matutino; son las 5 a.m. hora local (3 a.m. UTC). El cielo aún nos ofrece todo su esplendor, aunque ha cambiado radicalmente. M31, la famosa Galaxia de Andrómeda, se distingue a simple vista. Júpiter es el astro más brillante de la madrugada, en el sureste. El Gran Cuadrado de Pegaso
ocupa el cénit, sobre Hamal y Sheratan, las estrellas de Aries, y la débil constelación de Piscis. Entre Andrómeda y Casiopea, que ha ganado altura, vemos a Perseo y sus estrellas Mirphak (Alpha Persei) y Algol (Beta Persei), «la estrella del Diablo». A la derecha de Perseo, un poco más bajas, Las Pléyades.
Al telescopio, Las Pléyades (M45) se ofrecen generosas en su brillo. La luminosidad del cúmulo denota la juventud de sus estrellas (100 millones de años). Son gigantes azules conocidas popularmente como «Las Siete Hermanas» y también «Las Siete Cabrillas», pero hasta diez de ellas tienen nombre propio. No es conveniente aplicar demasiado aumento, pues de lo contrario el cúmulo no cabrá en el ocular.
Durante la noche, nos ha dado tiempo a comentar repetidas veces las diferencias entre este cielo maravilloso y el de la ciudad, tan hermosa cuando miras al mar, tan ausente cuando quieres mirar a las estrellas.
No hay tiempo para más, pues las primeras luces del crepúsculo, aunque tímidamente, ya se hacen notar. Así es que, a dormir. Mañana será otra noche.
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