Publicado el 9 febrero, 2011 por bitacoradegalileo
Soy un ferviente admirador de la cultura popular, el saber secular que la tradición se encargó de transmitir de forma oral a través de las generaciones. Nuestros mayores, hace sólo unas décadas, fueron herederos de enormes caudales del conocimiento humanístico que, en todos los órdenes del saber, fueron enriquecidos paulatinamente por la propia experiencia del vivir cotidiano de las gentes del pueblo. Ellos, los abuelos, llegaron a conocer por vía de la tradición oral diversas realidades que la ciencia trataba de descubrir, con evidente desventaja.
Así, todo el mundo había oído hablar (en el Hemisferio Norte) del Carro, aunque muy pocos supieran que su nombre oficial era la Osa Mayor, y en todos los lugares las personas podían localizar sin dificultad a Las Siete Hermanas, o Las Siete Cabritillas, que eran los nombres que les daban a Las Pléyades. Otro asterismo era identificado por la inmensa mayoría de la población: Las Tres Marías. Llamadas en otros lugares Los Tres Reyes Magos, aún hoy podemos preguntar a los más ancianos del lugar (y en muchos sitios a personas de menos edad), y de inmediato nos señalarán hacia las tres estrellas del… ¡Cinturón de Orión!.
Muchas de estas personas no sabían leer ni escribir, ya que ni siquiera habían pisado la escuela en toda su existencia, pero conocían y sabían localizar en los cielos a todos estos astros y otros, de toda condición y naturaleza (piénsese en las Lágrimas de San Lorenzo para designar a las Perseidas o en el Lucero del Alba para Venus), aunque les dieran otros nombres. Pero esta cuestión era lo de menos.
El Cinturón de Orión (o Las Tres Marías, o Los Tres Reyes Magos) es un destacado asterismo formado por tres estrellas de primera y segunda magnitud, perfectamente visibles desde cualquier lugar del planeta. Es parte de la Constelación de Orión, que también constituye una de las más conocidas, junto con la Osa Mayor en el Hemisferio Norte y la Cruz del Sur en latitudes australes. Situada sobre el ecuador celeste, el brillo de sus estrellas más destacadas la hace fácilmente localizable en los meses del invierno boreal, el verano austral.
Rígel y Betelgeuse son estrellas situadas entre las diez más brillantes del cielo nocturno; Bellatrix y Saiph completan con las dos anteriores un «cuadrilátero mágico» representando las cuatro extremidades del gigante cazador. Hatysa (Iota Orionis, ι Ori)) en la Espada, Tabit (Pi3 Orionis, π 3 Ori) en el escudo y Meissa (Lambda Orionis, λ Ori) en la cabeza son las otras luminarias con nombre propio en Orión, junto a las tres del Cinturón, aunque hay que destacar a otras estrellas con denominación de Bayer, como Sigma (σ Ori), Eta (η Ori) y Tau Orionis (τ Ori).
La bitácora de Galileo se ha ocupado en diversas ocasiones de esta constelación, tanto en su totalidad, como en artículos relacionados con alguno de sus componentes más destacados. Éstos son los enlaces a tales informes:
M42, la Gran Nebulosa de Orión
También, la Constelación de Orión fue destacada protagonista en el trabajo que presenté sobre El Cielo del Invierno.
Pero aún no había dedicado ningún monográfico al asterismo que es, quizás, el rey en la Astronomía tradicional en el acervo cultural de las gentes sencillas del norte y del sur: Las Tres Marías, o sea, El Cinturón de Orión, pues el popular Carro no se ve desde todo el planeta, y lo mismo ocurre con la Cruz del Sur.
En la siguiente imagen nos haremos una idea del tipo de astros que visitaremos. Se trata de estrellas enormes, en comparación con nuestro Sol, y muy calientes, también con relación a nuestra estrella.
Alnitak, Alnilam y Mintaka, pues así se llaman las tres estrellas que forman el Cinturón, son tres gigantes azules con un brillo tan intenso que son fácilmente visibles incluso desde los cielos razonablemente contaminados del extrarradio de la ciudad. De primera y segunda magnitud, se sitúan en el ecuador celeste, siendo Mintaka la más próxima a esta imaginaria línea divisoria entre ambos hemisferios; se alinean en dirección sureste, apuntando directamente a Sirio (α CMa) en ese sentido, y a Aldebarán (α Tau) en dirección contraria, hacia el noroeste, así es que constituye la mejor referencia para la orientación en el cielo nocturno en las frías noches del invierno boreal, o en las veladas calurosas australes cuando enero (y febrero) funde su calor sobre el Paraná.
Además de las tres estrellas, formadas a partir del material de la nube interestelar que las rodea, y que seguidamente estudiaremos, encontramos en la región al cúmulo Collinder 70, o Cr 70, un rico campo estrellado alrededor de la zona central del Cinturón, en torno a Alnilam, y a las interesantísimas nebulosas de la Cabeza de Caballo y de la Flama, en las proximidades de Alnitak y de Sigma Orionis. Rendiremos visita a estos objetos. Situadas un poco más al sur, la Gran Nebulosa de Orión (M42), también originada a partir de la misma nube molecular, y la brillante Hatysa, en la Espada, completarán un vecindario verdaderamente exclusivo.
Aunque la mayoría de los estudios sobre el Cinturón de Orión se desarrollan a partir de Alnitak, de izquierda a derecha según el punto de vista boreal, hoy yo preferiré hacerlo justamente al contrario, pues es esa estrella, Alnitak, la que aglutina a su alrededor las dos nebulosas que veremos, de manera que tratarla en último lugar servirá de nexo de unión entre estrellas y cielo profundo en nuestro artículo. Éste es el punto de vista austral, con Mintaka, que trataremos en primer lugar, a la izquierda…
…y ésta la carta celeste, también como la fotografía anterior de Sur Astronómico, de la misma región del cielo, según la ven los observadores situados al sur del ecuador:
Mintaka (Delta Orionis o δ Ori), del árabe منطقة manţaqah, el Cinturón, es la más occidental y también la más tenue de las tres estrellas. Es sin embargo perfectamente visible, a sólo 0.3 grados (18 minutos) al sur del ecuador celeste pues presenta una magnitud visual de +2.21, aunque hay que anotar que se trata de un sistema estelar múltiple, bastante complejo. La componente principal es una gigante azul de tipo espectral O9.5II, y 30.000 ºK de temperatura superficial. Tiene una compañera de séptima magnitud, a casi un minuto de arco de distancia, lo que se traduce en una separación real aproximada de un cuarto de año-luz. Todavía, Mintaka A posee una acompañante de 14ª magnitud, y cada una de estas dos es 90.000 veces más luminosa que el Sol, y 20 veces más masiva. El sistema parece situarse a unos 915 años-luz del Sistema Solar, casi la misma distancia que Alnitak, en el otro extremo del Cinturón, y bastante más cercana que Alnilam, la estrella que ocupa el centro.
Alnilam (Epsilon Orionis o ε Ori), de النظام, an-Niżām, también árabe, el Hilo de Perlas, a pesar de ser la más distante, es la más brillante de las tres. Se sitúa en el centro del Cinturón, a una distancia de 2 grados escasos entre las otras dos, Mintaka al noroeste y Alnitak al sudeste, y sólo un grado por debajo del ecuador celeste. Veremos que para los guaraníes era la madre de las dos. Se trata de una supergigante azul, de tipo espectral B0I y magnitud visual +1.70 que dista de la Tierra 1.359 años-luz. Es un astro magnífico, 26 veces más grande que el Sol y mucho más caliente, pues posee una temperatura superficial de 25.000 ºK. La enorme cantidad de energía que irradia le confiere una luminosidad 375.000 veces más intensa que la de nuestra estrella. Es extraordinariamente masiva, unas 20 veces la masa del
Sol, lo que le abocará indefectiblemente a convertirse en una supergigante roja y luego explotar en supernova, como todas las estrellas que superan en más de 10 veces la masa de nuestro Sol. Esto le hace expulsar una gran cantidad de materia, con vientos estelares que superan los 2.000 kilómetros por segundo. No, 2.000 kilómetros por hora no, por segundo. Es muy joven, pues se calcula que se formó hace sólo 4 millones de años, pero no vivirá mucho más, otro millón de años, o quizás menos, aunque tras explotar en supernova, el material que resulte podrá ser el origen de nuevos sistemas planetarios que se formen mucho después.
Alrededor de Alnilam, y extendiéndose por todo el Cinturón, se sitúa el cúmulo estelar Collinder 70, o Cr 70, compuesto por unas 125 estrellas. Dada su extensión, la mejor forma de observarlo es con binoculares a 7 aumentos, a 10 como máximo, que es cuando obtendremos un campo visual más amplio.
Alnitak (Zeta Orionis o ζ Ori), asimismo procedente del árabe النطاق an-niṭāq, y que también significa El Cinturón, es por fin la más oriental de las tres estrellas que componen este asterismo, y también la más meridional, aunque sólo se sitúa unos 2 grados al sur del ecuador celeste. Es un sistema triple cuya componente principal es una supergigante de color azul y tipo espectral O9.7I que presenta magnitud visual conjunta de +1.89, muy caliente, pues su temperatura superficial es de unos 31.000 ºK. Situada a 826 años-luz de nosotros, su luminosidad equivale a 100.000 veces la del Sol, si se incluye la radiación ultravioleta, y es 20 veces más masiva. El calor que irradia es tal que, situada en el lugar de nuestra estrella, derritiría a todos los planetas. Un astro como la Tierra tendría que
situarse 300 veces más lejos de lo que está, para tener condiciones de habitabilidad. Los vientos estelares, consecuencia de la intensa emisión de rayos X, alcanzan velocidades similares a las de Alnilam, unos 2.000 kilómetros por segundo, excitando la nube de gas y polvo que la circunda, y donde se encuentran las nebulosas de la Flama y de la Cabeza de Caballo. Es también una joven estrella, pues hace sólo 6 millones de años que se formó, y también morirá pronto, consecuencia de su transformación de supergigante roja y su posterior explosión en supernova.
La intensa radiación de Alnitak, como ya apuntamos, provoca la ionización del hidrógeno contenido en la cercana Nebulosa de la Flama, o de la Llama, pues el color rojo que se origina en tales procesos dan a la zona el aspecto de estar ardiendo. Consiste este proceso en que el hidrógeno es despojado de sus electrones por los fuertes vientos de la estrella y la energía que se desprende al recombinarse los iones de hidrógeno con los electrones produce esa radiación de color rojo, pero la zona no está en llamas, en absoluto. Sin embargo, Alnitak no es la unica responsable de la actividad iónica del hidrógeno presente en la zona, sino que existe un cúmulo de estrellas, que se oculta tras la franja oscura del centro de la imagen, que ha sido visto en el infrarrojo, y que parece contener a la verdadera estrella excitatriz de la región. La nebulosa de la Flama tiene el número NGC 2024.
Un poco más al sur, entre Alnitak y Sigma Orionis, encontramos a la magnífica y celebérrima Nebulosa Cabeza de Caballo. Es una fría nube oscura de gas y polvo situada a la distancia de 1.500 años-luz de nosotros, y que resalta sobre el fondo rojo incandescente de IC434, una nebulosa de emisión que se encuentra detrás. La Cabeza de Caballo mide unos 6 años-luz de un extremo a otro y se cataloga como Barnard 33, o más brevemente, B33. Fue descubierta en 1.888 por fotógrafos del Observatorio del Harvard College. La forma de la nebulosa, que claramente explica el nombre que se le dio, es casual, naturalmente, y los movimientos internos en su seno harán que en unos millones de año sea totalmente distinta.
Leyendas y mitos
Como Las Tres Marías son suficientemente brillantes, y están situadas prácticamente en el ecuador celeste pudiéndose observar desde cualquier lugar del orbe, han sido conocidas por todos los pueblos y culturas de la Tierra. Los mayas, por ejemplo, las llamaban Las Tres Piedras del Fogón, la llama del Hogar que nunca se apaga y donde se
cocinan los alimentos; además, Alnitak forma, junto con Rígel y Saiph, las Tres Piedras del Corazón. Los indios guaraníes las denominaban Las Tres Viudas; para este pueblo, Alnilam, la estrella central, es la madre de las otras dos, y las tres están viudas a causa de la guerra. En la Astronomía árabe eran conocidas como El Collar de
Perlas, y es curiosa la Teoría conocida como de la Correlación de Orión, según la cual las tres famosas pirámides de Guiza, en el Valle de los Reyes de Egipto, fueron construidas, supuestamente, siguiendo el modelo de las tres estrellas del Cinturón de Orión, ensalzando de esa manera los conocimientos astronómicos que poseían los antiguos habitantes de aquel enigmático imperio, del que aún desconocemos tantas cosas.
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