Anotaciones de observación astronómica elemental

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La Cascada de Kemble

Publicado el 10 abril, 2011 por bitacoradegalileo

Como las aguas de un río que claras y lozanas procuran el brusco desnivel para exhibirse más cristalinas que nunca, en el desfile de mil colores y luces eternas, las estrellas que forman la llamada Cascada de Kemble parecen, en rápida pero graciosa caída, buscar el descanso en el cúmulo que las espera al final de su camino, el lago más brillante jamás soñado: El llamativo cúmulo estelar NGC1502.

La sucesión de estrellas que forma este asterismo (enseguida aclararé este concepto), se muestra refrescante en el páramo desierto de la tenue Constelación de la Jirafa, como si de un río Nilo se tratara sobre la enorme extensión de arena que lo rodea, como el oasis que calma la sed del observador nocturno, ávido de nuevas sensaciones. Veremos como la región donde se ubica parece vacía en cuanto los cielos no son totalmente oscuros.

Llegados a este punto, parece necesario aclarar la diferencia que existe entre tres conceptos relacionados, pero bien distintos entre sí: los de asterismo, constelación y cúmulo.

La Constelación de Camelopardalis (La Jirafa)

Particularmente, es frecuente confundir los dos primeros conceptos; piénsese en la Osa Mayor, y su asterismo más conocido: El Carro o Sartén. La Osa Mayor (latín Ursa Major), como la Jirafa (latín Camelopardalis)y todas las demás constelaciones, es una región del cielo; digamos que es un territorio

Constelación de Ursa Major (La Osa Mayor)

independiente del resto de las constelaciones, con las que puede tener o no sus límites, y que alberga en su interior determinados objetos celestes.

Otra cosa es la forma que ofrece la disposición de sus siete estrellas principales, característica y bien conocida, que es el asterismo de El Carro. Sólo

Asterismo de Camelopardalis

hay 88 constelaciones, las reconocidas oficialmente por la Unión Astronómica Internacional, pero podemos encontrar tantos asterismos como nuestra imaginación sea capaz de crear. Muchas veces, unimos con líneas imaginarias a estas estrellas, para que formen la figura que hemos concebido

Asterismo de El Carro, en la Osa Mayor

artificialmente. Usted hará bien en idear sus propias figuras, con independencia de las que sean aceptadas por la mayoría. Elija el diseño que mejor pueda ayudarle a reconocer cada constelación o agrupación de estrellas.

Por otro lado, las estrellas que forman un asterismo pueden estar o no relacionadas gravitacionalmente. En caso afirmativo forman un cúmulo estelar. Es el caso de la cometa que forman las principales integrantes de Las Pléyades o la «A» que dibujan las del Joyero. Pero en otros casos, la sensación de proximidad entre ellas es una simple cuestión de perspectiva, y esas estrellas, vistas desde cualquier otro punto de vista, formarían otra figura distinta, e incluso ninguna. Ocurre esta circunstancia con el asterismo de La Percha, mal llamado Cúmulo de Brocchi, y también con nuestra Cascada de Kemble. Las estrellas que lo forman no están una al lado de la otra, sino que algunas se encuentran más cerca y otras más alejadas, y observadas desde otro lugar del Universo no ofrecerían esa alineación. Ni Orión ni la Cruz del Sur tendrían esa forma vistas desde otro sitio.

Observen la fotografía de la derecha. Los puntos de luz que aparecen en ella están a distancias diferentes. La sensación de proximidad entre las farolas del fondo desaparecería desde cualquier otro punto de vista, y eso mismo ocurre con los asterismos como el que nos ocupa, como el de la Percha y nuestra Cascada de Kemble. En un cúmulo, sin embargo, las estrellas sí están verdaderamente cerca unas de otras y ejercen unas sobre otras fuerzas gravitacionales.

La Constelación de Camelopardalis

La región donde se ubica nuestro objeto, es una de las más extensas y sin embargo menos destacadas de todo el cielo. Tanto es así, que fue considerada por los griegos, junto con la que hoy constituye la Constelación del Lince, una zona vacía, y no aparece registrada hasta que lo hizo Jakob Bartsch, yerno de Kepler, en 1.624, aunque parece haber sido ideada con anterioridad por Petrus Plancius. El nombre de Camelopardalis deriva de la idea en la Grecia clásica de la jirafa como un animal con el aspecto parecido a un camello y la piel de un leopardo. Como estrellas destacadas citaremos a… ninguna. Las más brillantes son de 4ª y 5ª magnitud, y ninguna ha merecido nombre propio, ostentando sólo tres de ellas denominación de Bayer: Alpha, Beta y Gamma Camelopardalis. Tampoco ofrece objetos de cielo profundo de especial interés.

Camelopardalis se presenta como circumpolar para latitudes medio-bajas del Hemisferio Norte, y resulta invisible para casi toda la mitad sur del planeta. En entornos próximos a las ciudades resulta invisible al carecer de estrellas con el brillo suficiente, y hay que servirse de las constelaciones vecinas para ubicarla. La encontrará en el centro del semicírculo formado por Capella (α Aurigae), Mirphak (α Persei), Ruchbah (δ de Casiopea) y Polaris (α Ursae Minoris).

Esta falta de notoriedad ha provocado un tradicional desinterés de los aficionados hacia la región, a pesar de la presencia de la Vía Láctea en su mitad meridional, hasta que, en diciembre de 1.980, un artículo publicado en la prestigiosa revista Sky & Telescope, firmado por Walter Scott Houston, autor de reportajes de cielo profundo en la publicación, daba a conocer una carta que había recibido del fraile franciscano Lucien Kemble, en la que le remitía un dibujo y la descripción de una cadena de estrellas en la Constelación de la Jirafa que fascinaban al religioso. Muchos profesionales de la cosa esta de las estrellas se han aprovechado de los descubrimientos de los aficionados, pero Houston supo dar a Kemble lo que es de Kemble, y por eso merece mi reconocimiento (póstumo) en esta página. Alguno debería tomar nota, y no aprovecharse del esfuerzo ajeno.

La secuencia de estrellas, unas 20 entre la 8ª y la 9ª magnitud, asemeja un río de luces que cae suavemente desde el nordeste hasta el suroeste, extendiéndose por un arco equivalente a cinco veces el tamaño de la Luna llena, lo que la convierte en un objeto adecuado para binoculares, y no telescopios que en su ocular no pueden abarcar tanto espacio. Es un asterismo y no un cúmulo, ya que la proximidad entre sus estrellas es sólo aparente, y se debe a la perspectiva desde la que observamos al conjunto; desde cualquier otro lugar, las estrellas aparecerían mucho más alejadas, que es como están en realidad. En la siguiente carta celeste pueden verse sus coordenadas en Ascensión Recta y Declinación:

Como algunas de sus estrellas alcanzan hasta la 10ª magnitud, es necesario un cielo oscuro y la adaptación progresiva de nuestros ojos para poder discernir los componentes más tenues. No obstante, algunas estrellas brillantes del entorno nos servirán para su localización y disfrute (iba a escribir «localización y estudio», pero en este caso es casi lo mismo).

Estas referencias son tres: Un trío de estrellas brillantes al nordeste, otra estrella también muy notable en el centro, y el cúmulo estelar NGC 1502 en el suroeste, que sirve de colofón.

La forma más rápida, fácil y segura de llegar hasta la Cascada de Kemble es sirviéndose de la Constelación de Casiopea, cuya localización no será complicada, por sus brillantes estrellas que forman la famosa W (o la M, vista al contrario). Calcule la longitud del asterismo de Casiopea, y duplique esta distancia, en el sentido de giro de las agujas del reloj (alrededor de Polaris) hasta llegar al trío de estrellas brillantes. Estas luminarias rondan la quinta magnitud y son realmente hermosas. Destaca especialmente la gigante roja que ocupa la posición oriental (derecha en la fotografía), más próxima a Casiopea y más alejada de la Cascada. El arco que forman las tres estrellas le conducirá al asterismo de Kemble.

Una vez que deje atras al atractivo trío, puede que no alcance a ver, al menos en un primer momento, las estrellas más débiles de la Cascada. Busque entonces a una estrella de magnitud +4.93, que se encuentra a medio camino. Se trata de HIP18505, que también tiene la denominación HD24479, una enana de la secuencia principal, de color blanco-azulado, que le servirá para comprobar que no se ha perdido. Es la componente más brillante de la Cascada de Kemble.

Por último el coqueto NGC1502 le indicará el final del trayecto. Es un cúmulo estelar muy compacto compuesto por unas 45 estrellas, y en el que se pueden distinguir algunas estrellas dobles con ayuda del telescopio. Ronda la sexta magnitud, y sus estrellas son brillantes, azules y bastante jóvenes, pues su edad es solamente de unos once millones de años. Este cúmulo estará en lo más bajo si Casiopea se sitúa a la derecha de Polaris, es decir, la cascada fluirá hacia abajo, pero se invertirá cuando Casiopea esté a la izquierda de la Polar, y NGC1502 estará en lo más alto. Las «aguas» discurrirán de abajo arriba.

Lucien Kemble vino al mundo en una pequeña granja de Pincher Creek, en Alberta (Canadá) el 5 de noviembre de 1.922. Durante cuatro años participó en la II Guerra Mundial, como operador de radio en la Royal Air Force Canadiense, y terminada la contienda ingresó en la Orden franciscana, donde dedicó el resto de sus días a dar clases en seminarios y a ejercer el sacerdocio hasta su desaparición el 21 de febrero de 1.999. Como aficionado a la Astronomía, dispuso de un modesto equipo, un telescopio de 280 mm Celestron Smichdt-Cassegrain y un par de binoculares, que le bastaron para elaborar un increíble catálogo de más de 5.500 objetos de cielo profundo, con anotaciones y dibujos. Pero su aportación más conocida es el descubrimiento de su famosa Cascada de Kemble, nombre que le dio Houston, que describe en el siguiente texto la forma de dibujar de Fray Luc, como le llamaban los que lo conocieron:

«Kemble uses a trick for making drawings at the telescope that I have not heard mentioned before. He racks the eyepiece out of focus until only the brightest stars are visible, and then plots their relative positions. Once this “skeleton” is made, he refocuses and adds the fainter stars.» «Kemble usa un truco para dibujar cuando observa por el telescopio que nunca antes había oído mencionar. Desenfoca el ocular hasta que sólo las estrellas más brillantes son visibles, y entonces dibuja sus posiciones respectivas. Una vez hecho ese «esqueleto», vuelve a enfocar y añade las estrellas más tenues.»

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