Publicado el 16 junio, 2011 por bitacoradegalileo
No aparecía por ningún sitio. A la hora convenida, la Luna parecía haber faltado a su palabra, y no ofrecía su faz enrojecida. Parecíase como si, realmente azorada, no se atreviera a mostrar su lado más íntimo, y se ocultara tras las brumas que, a esas horas, invadieron el horizonte del este.
No sólo Lucía y Helena (sí, con hache), las dos pequeñas que nos acompañaban, empezaban a mostrar su decepción, sino que también los mayores se asomaban insistentemente a la azotea del edificio (gracias, Anita y Antonio), en busca de algún rastro de la imagen prometida. Por fin, entre la bruma, pudimos divisar al satélite, totalmente eclipsado, y muy bajo en el horizonte. Sabíamos que estaba, y no podíamos verlo, y fue esto lo único que falló en un anochecer que habíamos previsto al
minuto y al milímetro.
Menos mal que nuestro amigo Umbriel ha acudido al rescate, y nos envía esta estupenda fotografía, la primera de todas que encabeza este informe de urgencia, muy poquitos minutos después de que la Luna hiciera su aparición sobre el horizonte de levante.
Todos habían colaborado en la preparación del equipo. Las maniobras de nivelado, orientación, montaje y equilibrado fueron esta vez una tarea colectiva y entusiasta, en la que reinaba la ilusión; Pepi y Natalia se afanaban en ello, aunque con la aportación de todos los demás. Así, el pequeño Vincenzo, un Meade de 70 mm con montura altazimutal, pronto fue dominado por los que venían por vez primera. Los más veteranos enseñaban las curiosidades que el cielo nos iba mostrando, conforme el crepúsculo avanzaba. Loli, Miguel y Bienvenido, los nuevos fichajes, observaban entusiasmados.
Yo, por mi parte, me encargué del refractor de 6 pulgadas, cuya montura ecuatorial no es adecuada para el manejo de los principiantes, y también del equipo fotográfico. Fue difícil encontrar el foco adecuado, y no siempre lo conseguí. En mi descargo, he de alegar que la bruma insistía en impedírmelo. Mientras tanto Chica, la perrita, dormitaba tranquila después de haberse agotado jugando tras la pelota.
Una vez divisada, la Luna ya no nos abandonó. Diríase que perdió su temor, y permaneció entre nosotros hasta el final de la sesión. Nos agasajó con todos los colores y luminosidades que habíamos previsto, y resultó un espectáculo único que nos dejó a todos alegría en el espíritu y sonrisa en los labios.
Cuando por fin volvió a iluminarse, comenzamos el desmontaje y la despedida. Cari se notaba satisfecha, Natalia entusiasmada, Pepi contenta y Anita feliz aunque cansada. Aún tuve tiempo de guiñar un ojo al Escorpión, disimuladamente, sin que nadie nos viera, pues sólo él y yo sabemos que muy pronto volveremos a vernos.
«No es que la Luna tenga luz de plata
como nos dicen algunos poetas,
es que de noche se baña en las aguas
de nuestra típica y bella Caleta»
Paco Alba
Anexo
En su comentario, Iridum pregunta por el reflejo que aparece en la parte inferior derecha de esta última fotografía, que resulta ser un paraselene. A continuación incluyo otra imagen, tomada el mismo día, donde se aprecia mucho mejor:
En la respuesta a dicho comentario, he redactado una pequeña explicación sobre este fenómeno.
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