Anotaciones de observación astronómica elemental

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Ganímedes (Júpiter III)

Publicado el 19 septiembre, 2011 por bitacoradegalileo

Con un diámetro superior al de Mercurio, Ganímedes es el satélite natural más grande de todo el Sistema Solar. Su tamaño es las tres cuartas partes del de Marte, así es que, si no orbitara a Júpiter, y lo hiciera directamente alrededor del Sol, habría sido aceptado sin problemas como un planeta, por encima de los planetas enanos del tipo de Plutón. Por eso, y antes de que éste último fuera excluido de esa categoría, ha sido llamado por algunos el décimo planeta. Su diámetro es de 5.262 kilómetros.

Su densidad media en cambio es sensiblemente inferior a la que tienen estos cuerpos, pues lo recubre una gruesa capa de hielo, que podría alcanzar hasta los 800 kilómetros de espesor. La gravedad en la superficie es ligeramente inferior a la de la Luna (unas siete veces más débil que en la Tierra; en la Luna es una sexta parte de la terrestre) a pesar de su mayor tamaño.

Ganímedes es uno de los cuatro satélites descubiertos por Galileo Galilei en 1.610, a los que llamó genéricamente planetas mediceos, numerándolos del I al IV. Como Ganímedes es el tercero por su proximidad a Júpiter, recibió durante mucho tiempo la denominación de Júpiter III. Es el séptimo más cercano al planeta, entre todos los satélites jovianos conocidos hoy en día, tras Metis, Adrastea, Amaltea, Tebe, Io (Júpiter I) y Europa (Júpiter II). Calisto, que fue descubierto un día después, recibió el nombre de Júpiter IV.

Fuentes históricas informan que el astrónomo chino Gan De observó a uno de estos satélites (Ganímedes o Calisto) en el 364 a.C., pero los cálculos optométricos indican que no es posible distinguir a simple vista el brillo de ninguno de esos astros con la separación angular que presentan de un planeta tan brillante como Júpiter, aún cuando sea máxima, pues la luminosidad de éste produce un resplandor que lo impide. En mi opinión, el observador chino pudo ver, eso sí, una de las frecuentes conjunciones que tienen lugar entre dos de cualquiera de los cuatro satélites galileanos, cuyos brillos se superponen y son visibles con relativa facilidad a ojo desnudo, pero no pudo distinguir a ninguno de ellos de forma independiente.

Esta carta celeste indica cuál será la posición que tendrán estos astros el próximo viernes 23 (escribo el domingo 18 de septiembre de 2.011). Los cuatro satélites son visibles con facilidad con ayuda de un pequeño telescopio refractor, e incluso con unos binoculares, a lo largo del plano ecuatorial del planeta, pues tienen magnitudes visuales inferiores a seis. En concreto, la magnitud promedio de Ganímedes es de +4.6, es decir, sería perfectamente visible a ojo desnudo de no ser por la cercanía deslumbrante del gigante joviano. Es el más brillante de los cuatro.

Hay que tener en cuenta, a la hora de la observación, que de vez en cuando uno de los satélites desaparece oculto tras Júpiter, o se encuentra en tránsito delante del planeta. Ganímedes completa una órbita en poco más de una semana (7.15 días), así es que cada tres días y medio estará por delante o por detrás de Júpiter, y resultará invisible para nuestros telescopios. La velocidad orbital media del satélite es de 10.880 kilómetros por segundo. Sí, por segundo.

El interior de Ganímedes está compuesto por tres capas concéntricas principales. Un núcleo metálico, probablemente de hierro o de sulfuro de hierro, ocupa el centro, lo que explica la presencia de un campo magnético en el satélite. La inmensa magnetosfera de Júpiter irrumpe en la del satélite. Es poco probable que el núcleo esté en estado líquido, así es que se ha especulado con la existencia de un gran océano de agua salada bajo la corteza, que actuaría como hilo conductor del intenso campo magnético. Al núcleo lo recubre un manto rocoso, compuesto por silicatos, y por fin una capa más externa, la corteza, está compuesta por hielo de agua. Esta última podría tener hasta 800 kilómetros de espesor y parece mezclada con roca, lo que le confiere un color más oscuro que el hielo que encontramos en la Tierra.

La radiación solar sobre la superficie provoca la descomposición en hidrógeno y oxígeno de algunas de las moléculas de hielo de agua, lo cual origina una débil atmósfera, integrada fundamentalmente por oxígeno, pues el hidrógeno escapa de la débil gravedad del planeta, al ser un elemento mucho más ligero que el oxígeno. Éste sí queda atrapado, formando esa tenue capa gaseosa, que no es suficiente para albergar la vida, al menos en la forma en que nosotros la conocemos. El oxígeno se presenta en forma de átomos (O1) y moléculas (O2), pero existen fundadas sospechas de la presencia de una débil capa de ozono (O3).

La superficie del astro presenta un color marrón-grisáceo, fruto de la citada mezcla entre los materiales rocosos y el hielo de agua. Se pueden apreciar áreas más oscuras que, al contrario que en la Luna, son regiones más antiguas, fuertemente craterizadas. En nuestro satélite, estas zonas son las más recientes. Las áreas más claras son regiones deformadas por movimientos tectónicos, y se formaron con posterioridad, así es que son las más jóvenes, también en oposición a lo que ocurre en la Luna. También hay zonas brillantes, que son los cráteres más jóvenes con sus sistemas radiales, producto de los materiales eyectados.

La característica más notable es una extensa llanura, de más de 3.000 kilómetros de diámetro, más oscura que los territorios circundantes, que recibe el nombre de Galileo Regio. Es una superficie llena de cráteres que está repleta de surcos jóvenes que se extienden a lo largo de miles de kilómetros. Al parecer, la atracción gravitatoria combinada de Júpiter y Calisto produjo un calentamiento interno que ablandó la corteza en un tira y afloja y originó que se arrugara, formando esos surcos.

Otra notable diferencia con la Luna es la fisonomía de los cráteres, pues en Ganímedes son bastante planos y carecen de las elevaciones centrales y de las montañas anulares que se formaron en nuestro satélite, pues la débil estructura de hielo no produjo el rebote que originó tales elevaciones en la Luna. Incluso ha desaparecido el relieve dejando sólo un cráter «fantasma», inundado, que se llama palimpsesto, en referencia a los antiguos manuscritos con huellas de escrituras anteriores.

Encontramos cráteres con diámetros que van desde los 50 hasta los 400 kilómetros, y alrededor de muchos de ellos aparecen rayos brillantes y oscuros, consecuencia del material eyectado. Parece que Ganímedes soportó un intenso bombardeo de meteoritos entre 3.500 y 4.000 millones de años atrás, es decir, coetáneo del mismo proceso que ocurrió en la Luna.

Incluso aparecen catenas, o series de pequeños cráteres encadenados, causados por los fragmentos de los meteoritos que han sido fracturados como efecto de las fuerzas de marea antes de impactar contra la superficie ganimediana.

El sesenta por ciento de la superficie de Ganímedes está cubierto por surcos o canales que se formaron probablemente por una falla tensional o al surgir agua desde las profundidades del satélite. Estas estrías se extienden a lo largo de miles y miles de kilómetros y presentan crestas de hasta 700 metros de altitud, constituyéndose en el terreno más joven del astro. El número de cráteres de impacto es aquí mucho menor.

Mitología

Ganímedes es el único de los satélites galileanos que ostenta el nombre de un personaje masculino. Los otros tres astros representan a tres de las amantes de Zeus (como era llamado Júpiter en Grecia), esto es, a Io, Europa y Calisto. ¿Y Ganímedes?… pues también. Resulta que el dios no era demasiado excluyente en sus amoríos, y se las tuvo también con el hermoso joven troyano; tanto es así, que envió a El Águila para raptarlo, e incluso algunas fuentes indican que él mismo se disfrazó de águila para conseguir la compañía de Ganímedes, a quien convirtió en copero de los dioses, esto es, en la persona responsable de cuidar el vino del Olimpo y de servir las copas.

Ganímedes también está representado en el cielo por la Constelación de Acuario.

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